Tú tienes una piedra...
¿No lo sabías?
Sí, mira.
En los bajos fondos de ti mismo, más allá de tu estulticia, incrustada en
el muro de tu propia subconsciencia, hay una Piedra...
Bruta, fría, impasible, con la dureza del más duro mármol, con tosquedad
rocosa....
Pero... tienes una piedra ignorada y no la ves, no la percibes, no la palpas,
no sientes sus efectos y, sin embargo, vive.... vive allí en la Soledad
de tu caverna, esperando el instante de ser labrada. Se te puede pasar la
vida -este efímero tránsito- ignorando siempre su existencia y ella habrá
esperado inútilmente que tu interna mirada la haya descubierto en la monotonía
de su larga espera....
Si dejas estar, si no la despiertas, si no la labras, si ha de continuar
con ese sueño extático.... cuando ya no existas, cuando dejes de ser, tornará
al montón de tantas piedras como quedaron en el camino, yerto bagaje de
los que hicieron como tú....
Si, en cambio, no quieres que duerma.
Si tratas de despertarla porque el dolor o una pena honda dieron conciencia
a ti vida.
Si intentas bucear dentro de ti mismo y consolarte con las grandezas de
tu espíritu para enjugar internamente tantas y tantas lágrimas que no pudieron
secarse al exterior.
Entonces...
Suspira profundamente, llama en el cerrado Mesón de tus causas interiores
y busca tu Piedra...
Es tosca e imperfecta, ¿verdad?
Pues hazle saltar las primeras lascas para irla moldeando, pero...
Hazlo con cuidado, con AMOR....
Que en la Piedra que tocas, está la Rosa, el Tesoro de tu propia Alma.
Krumm-Heller
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