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INICIATICAS




EXPERIENCIA INICIÁTICA DE ODIN

 
“Juro Que me colgué del árbol retorcido
Allí permanecí las nueve noches,
Me hendí con el filo,
Sangré por Odin,
Yo mismo un sacrificio por mi,
Me até a aquel árbol,
 Del que nadie sabe
A dónde va la raíz.
Nadie me dio pan
Nadie me dio de beber,
A las profundidades
Me asomé
Para las runas asir
Y con un grito…
Y me precipité en un vertiginoso desmayo.
Gané bienestar
Y también sabiduría,
Crecí y me crecí en mi crecer.
Fui llevado de una palabra a otra
Y a otra más,
Y de un acto a otro.”
 
Así relata Odin su aventura iniciática en el Havamal durante su búsqueda de mayor sabiduría.
 “Juro que me colgué del árbol retorcido…”, comienza diciendo Odin. La primera imagen que nos salta a la vista es la del 12avo arcano del Tarot: Le Pendu.
Odin, colgado de este árbol, el Yggdrasil, el fresno sagrado, es la representación del arduo trabajo que debe realizar todo aquél que está siendo iniciado para llegar a su meta. Colgarse del árbol, es entrar en contacto nuevamente con el lejano origen divino, y aunque mucho sorprenda Odin no era el dios máximo (1), sino un dios invocable por los seres humanos, es decir a nuestro alcance, por eso el mismo dios debe ser iniciado para lograr un estadío superior de conciencia.
 
“Allí permanecí nueve noches…”. Comprendemos bien que el nueve es el número  que indica la transmutación de un ciclo a otro. Es el logro de la plenitud del ser y es el momento hacia el que se dirigen los ojos del iniciado por ser la meta en nuestro proceso iniciático. Así como el seis, representado también en la imagen del colgado, es el número del ser humano, el nueve es el número del ser espiritual. En el seis se evidencia que la cabeza del hombre está sobre la tierra; el aspecto material prepondera en él, en tanto que en el nueve, la cabeza apunta a los cielos, logra iluminación.
 
A su vez, y yendo a las religiones, es muy común la existencia de novenas, nueve días de oración, de abstinencia; porque nueve es la imagen de la triple trinidad.
 
“Me hendí con el filo, sangré por Odin…” Este gran acontecimiento que el dios narra, es decir, abrir su pecho con la lanza sagrada Gungnir en un acto de autosacrificio, hace que la sangre fluya, purifique y renueve. Podemos afirmar, que Odin firma con sangre, realizando un pacto de compromiso para con la humanidad que sella con su dolor para traer más luz.
 
La sangre es vida. Podría decirse que es oro líquido. Pensemos un instante en uno de sus componentes principales: el sulfato de hierro. Sabemos que los alquimistas habían descubierto que el sulfato de hierro precipita sales de oro a nivel microscópico, igual al que se encuentra en el Transvaal y como muchos dicen en el Rin. Asimismo, el gran poeta alemán, Johann Wolfgang von Goethe aseveró en su gran obra iniciática, Fausto que la sangre es un fluido muy especial, porque la sangre es la expresión de la belleza y la verdad, por eso su mayor enemigo es el llamado, a falta de un mejor término, el mal.
 Por eso el iniciado debe otorgar en determinado momento de su peregrinaje su propia sangre, su fluido vital que se  transforma continuamente al pasar por el crisol del corazón.
 “… yo mismo un sacrificio por mi”. Aquí se evidencia el conocimiento de la unidad autoconciente que le da la espalda a su propio yo. Despojándose de si mismo, su yo se consume en las lamas de su Yo, toda su divinidad se manifiesta en su inmolación al servicio de la humanidad.
 
“… me até a aquel árbol…” es atarse para liberarse, porque el Yggdrasil contenía en su interior la sabiduría de las runas, por lo que Odin debía hacerse Uno con el árbol para poder extraer de sus entrañas las mágicas runas y otorgárselas a la humanidad.
“… del que nadie sabe a dónde va su raíz…” En realidad son tres las raíces, pero como todos sabemos, las tres hacen una. Veamos a dónde nos conducen estas raíces:
a)      Una raíz llega hasta el Hrimthursen, el reino de los gigantes y toca la fuente de Mimir. Este extraño lugar está habitado por la cabeza de Mimir a la que Odín acudía para solicitarle consejos y a la que debió entregarle uno de sus ojos para poder obtener así mayor sabiduría.
b)      Otra raíz que llega hasta el Niflheim, tocando la fuente de Hvergelmir, de donde brotan los doce ríos Elivagar. El Hvergelmir está en el centro del Niflheim.
c)      Una última raíz que llega hasta la zona de la fuente de Urd. Las tres Norns eran las encargadas de mantener vivo al árbol con sus riegos diarios y de agregarle tierra fértil.
 
Las Norns se establecieron cerca de la fuente cuando la corrupción había llegado al Asgard. Su misión era advertir a los dioses acerca de los males y peligros futuros. Los nombres de estas tres entidades son: Urd, que simboliza al pasado, Verdandi, que simboliza al presente y Skuld, simbolizando al futuro.
Así entendemos que las tres raíces simbolizan los tres cuerpos del ser humano: la mente, las emociones y el cuerpo físico.
 
“Nadie me dio pan, nadie me dio de beber…” En esta frase, Odin denota la soledad a la que todo iniciado debe enfrentarse y someterse voluntariamente. La abstención de alimentos es la purificación del cuerpo físico y la abstención de líquidos es la purificación del cuerpo emocional. El iniciado Odin debe despojarse de todo equipaje humano para poder seguir libre de obstáculos provocados por su yo y así seguir el camino que le conduce hasta las runas.
 
“Me asomé a las profundidades para asir las runas…”  indudablemente las profundidades del Yggdrasil, van mucho más allá de la comprensión del propio dios y él es conciente de su estadio evolutivo, sabe hasta dónde le es permitido adentrarse y no irá más allá, a dónde no le está permitido ingresar. Su objetivo es impersonal, carece de todo egoísmo, lo hace por amor a la humanidad, porque otorgarle una nueva cosmovisión, cambiar revolucionariamente la forma de pensar, hacer crecer a los hijos de los hombres, es otorgarle una expansión de conciencia masiva, que en el futuro devendrá en iniciación colectiva. Este es el objetivo de todo alto Iniciado en la taumaturgia: reconocer y actuar como tal, significa prestar ayuda a los hermanos menores. El oído del dios Odin escuchó el clamor de necesidad de la humanidad anhelante y respondió. Y un nuevo grado de cognición para un dios, lo es también para la humanidad.
 
“… y con un furioso grito…” Es el grito de quien se ha vencido a sí mismo, es el mismo grito de Cristo cuando se vence a sí mismo en la cruz.
 
“… y me precipité en un vertiginoso desmayo. Gané bienestar y también sabiduría” Es una forma de describir el paso a otro estado de conciencia que es indescriptible para la mente humana, porque la trascendencia de la vivencia carece de explicación desde el lenguaje profano, sólo queda el silencio para expresar la grandeza y solemnidad de tal acto interno. Sin embargo expresa bienestar y sabiduría.
 
“… crecí y me crecí en mi crecer” Odin abrió el portal a una mayor perfección, demuestra que el sendero es infinito y constante y que después de haber consumado esta tarea otra más vendrá, porque cuando se termina el trabajo para el hijo del hombre, comienza el trabajo para el hijo del hombre que es también hijo de Dios, cuando se termina el trabajo para el hijo del hombre que es también hijo de Dios, comienza el trabajo para el hijo de Dios y cuando termina el trabajo para el hijo de Dios, es decir, el trabajo planetario, comienza el trabajo cósmico.
 
“Fui llevado de una palabra a otra y a otra más y de un acto a otro”. Una runa es una palabra y un acto, es morfema, fonema y grafema. Las runas son veinticuatro, divididas en tres aettir o generaciones y cada aett contiene ocho runas.
 
El fresno sagrado es la representación del Tiempo-Espacio que a todo lo compenetra. La primer imagen de Odin en el poema es la de estar colgado del árbol, como antes dijimos, una figura del arcano 12avo: el número doce es simbólico del círculo y del Tiempo y Espacio al que todo ser humano se encuentra atado en sus ciclos. Tiempo y Espacio son dos áreas diferenciables y no tanto. El Tiempo es de naturaleza y manifestación cíclica, en tanto que el Espacio es una entidad. Espacio es igual a sustancia, es decir: el Espacio es el conjunto de vidas atómicas desde las que las formas se construyen. Tiempo y Espacio son interdependientes: el Espacio no es atemporal ni    el Tiempo es inmaterial, pero cuando se van concibiendo grados de vibración más       sutiles de materia, se va disipando a su ves el tiempo, tal y como lo conocemos.  Para que estos aspectos devengan realidad, primero la vida debe estar enmarcada dentro del círculo del Tiempo, debe poseer orden, el desorden equivale al caos, o sea, cada uno de nosotros posee un cuerpo con doce partes fundamentales y si hay desequilibrio, hay enfermedad, es decir, hay desorden de Tiempo y Espacio.
 
Veinticuatro son las horas del día, una doble docena de noche-día, a este ritmo dual están sujetas las runas, a su vez veinticuatro es el número del Valhalla y de su par oriental Shamballa, y el propio nombre Odin es veinticuatro en su mcm.
 
Sintetizando, Odin extrajo de las recónditas oquedades del Yggdrasil la regulación del Tiempo y el Espacio, el ordo ab chao para que la humanidad se acercase más a Aquel Centro de ígnea actividad, en el cual la voluntad de G.·. A.·. D.·. U.·. se revela.
 
Violeta Paula Cappella de Aguerre .·.

 
1)      El dios máximo era el Allvater
 
Bibliografía consultada:

  “Los Vikingos”, de H. A. Guerber – M. E. Editores S. L.
  “Dioses Vikingos”, de Rebeca Kingsley – Edimat Libros
 
 
 
 
   
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