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SIMBOLISMO DE LA INICIACION



El simbolismo de la iniciación

 
La evolución de la vida hace surcar al hombre un largo camino, que lo lleva desde la oscuridad a la “luz, pasando por el temor, el odio, la pasión, la comprensión, la sabiduría, hasta llegar al templo de la mente en cuya máxima expresión mora esa gran conciencia que el hombre llama “Alma”. Alma que lo individualice y que sin embargo habla al hombre de un origen común con el resto de sus hermanos.
Yo trataré con toda mi humildad de hablar de un punto en ese camino evolutivo, punto por el cual todos debemos pasar; la Iniciación del hombre y su simbolismo.
La palabra iniciación deriva de dos palabras latinas in: ir en e ire lo cual indica que es el comienzo o entrada en algo.
 
Para el hombre es el comienzo en el sendero de la “Luz” hacia la “Luz” misma. El comienzo del camino de regreso hacia la casa del Padre: el despertar a una nueva vida. Es por lo tanto el pasaje de un reino a otro: del reino humano al reino espiritual.
Es lo que simboliza para un masón el comienzo en la comprensión de los misterios divinos.
La iniciación es una gran ampliación de conciencia que nos lleva a la sabiduría o ciencia del espíritu, así como el conocimiento es la ciencia de la materia y es separatista y objetiva, la sabiduría es sintética y une. Une progresivamente el “alma” con la personalidad mediante el continuo y conciente sacrificio que nos lleva a la liberación de aquello que nos obstaculiza y nos ata a viejas formas.
En la vida de todo hombre llega un momento o período de reflexión interna, período en el que se da cuenta de una realidad subjetiva que lo lleva a dejar de concentrar su atención en aquellas adquisiciones puramente materiales que durante tanto tiempo utilizó para evolucionar y llegar al punto o al estado de conciencia donde hoy se encuentra, y entrar en ese cuarto de reflexión donde el hombre se encuentra a sí mismo, y se reconoce como parte de ese todo que lo rodea; como un hijo del Padre, como un hermano de aquellos que con él comparten el mundo. Como un obrero del G.·. A.·. D.·. U.·. que comienza a ser artífice conciente de su propio camino; comprendiendo la vida o el aspecto Fuerza de la naturaleza.
Trabaja con la fuerza y por medio de ella se reconoce como un centro energético dentro de otro centro mayor. Porque es “en él la Fuerza”.
Esto lo lleva a solicitar se le abra el portal de la iniciación. Pero para que el portal se abra y la “Luz” le sea otorgada debe el aspirante surcar un duro camino de pruebas y trabajos.
 
Etapa en la que deberá atravesar el desierto, los mares y los Fuegos que separan su abrumado mundo del portal; purificando cada uno de los cuerpos de su triple mundo inferior (simbolizado este trabajo por los tres viajes en el ritual masónico de iniciación). Mundo en el que el iniciado es una flor que comienza a abrir sus pétalos con el despertar a la “Luz” de un nuevo día, que lo llama al trabajo, al servicio que prestará al utilizar concientemente cada una de las herramientas que le son entregadas y que deberá incorporar a su equipo de trabajo, cuando emprenda la ardua tarea de pulir la piedra bruta y ampliar así la superficie capaz de reflejar la “Luz” que desciende desde los planos superiores a los inferiores, transformándose progresivamente en un punto de “Luz” en el sendero, en una estrella que orienta a aquellos que aún divagan perdidos en la oscuridad de la noche.
 
Se presenta entonces el día o el momento en el que el portal se abre y el aspirante yace entre las dos columnas que simbolizan la dualidad de todas y cada una de las cosas que se le presentarán al iniciado en su camino, quien deberá encontrar el punto medio de ellas, haciendo malabarismo
Con los pares de opuestos. Columnas que simbolizan también lo inferior desde donde viene el aspirante y lo superior hacia donde se encamina el iniciado una vez que haya prestado juramento ante el G.·. A.·. D.·. U.·., ante sus hermanos, que para él permanecen silenciosos aunque espectantes hasta entonces, y ante sí mismo.
Hácese merecedor de una parte de los secretos de las herramientas del grado, así como también del mandil que vestirá, cuya simbólica forma nos muestra con sabiduría al triángulo, alma o triple esencia del hombre, que mora sobre el cuadrado, campo de servicio de la personalidad, la cual será elevada hacia ese alma a medida que ésta sea alineada, mediante el esfuerzo y la constancia que debe caracterizar a quien empuñe el mazo, símbolo de la voluntad y el poder, que impartirá al cincel que representa esa actividad inteligente de la que el iniciado es conciente y distribuye amorosa y sabiamente, valiéndose para ello de la regla de veinticuatro pulgadas lo que hace que su vida se desarrolle en la justa medida...
 
Héctor Rubén Riquelme
 
(Extraído de revista “Símbolo” – Órgano Oficial de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones – Año XLIII – Nº 46 – Abril 1990 – págs. 9 y 10)

 
   
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