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Despues de la Campina

Despues de la campiña

 
Estoy observando una vieja estampa de un libro de astronomìa. Veo una escena doble: al fondo, en el valle hay un tìpico poblado alemàn con pequeñas casitas entre suaves lomas; en el cielo hay un sol naciente, cuyo rostro se asemeja al del sol de nuestra bandera nacional. En el mismo cielo hay innumerables estrellas y la luna creciente, opuesta al sol, està en lo alto. En la campiña, y en el centro de la escena, hay un frondoso àrbol a la vera de un sendero, cuyo recorrido va desde el poblado hasta el primer plano de la escena.

El àrbol es muy robusto, y solitario, eleva sus ramas hacia el cielo. Le ha crecido a la derecha de su tronco una pequeña rama cargada de verde follaje.

En el sendero, y ya llegando al primer plano hay dos bellas flores abiertas y muchos pastos tiernos. Al otro extremo del primer plano hay junto a otra flor abierta, un hombre arrodillado, cuyas huellas de su peregrinaje han quedado tras èl plasmadas en el camino.

El cielo se abre en dos mitades, una, que es la representaciòn de la vida en el mundo externo, la otra, la vida del iniciado. El arcoiris separa y une ambos mundos; el iniciado atraviesa
tìmidamente el mundo subjetivo introduciendo su cabeza y su mano derecha, tratando de tocar este nuevo universo que se depliega ante èl y en su rosotro se revelan el asombro y la admiraciòn. Èl ve primero el ùltimo de los siete cielos: es una regiòn confusa, un mundo denso,lìquido en partes y tambièn gaseoso.

El caos reina allì, las nubes y la materia se revuelven, comprimen y expanden sobre sì mismas, mueren y vuelven a nacer sucesivamente. El sexto cielo es de naturaleza acuosa en su punto inferior y de desordenado fuego en su punto superior. Las nubes arremolindas del sèptimo cielo penetran en èl con su densa lluvia; literalmetne llueve hacia arriba con gruesas
gotas que avivan màs y màs el fuego ascendente, en vez de apagarlo.

Son llamas intermitentes,que suben y bajan regidas en sus movimientos discontìnuos
por la presiòn de las gotas de lluvia; es un mundo de fuego hùmedo movido por la atraciòn y la repulsiòn. Hacia el quinto cielo suben las llamas hùmedas del sexto, ocupando su parte inferior. En el centro de este cielo hay una zona de frialdad, de un aparente vacìo,pero sin embargo hay allì corrientes de aire que secan la anterior humedad candente. Sobre esta zona, y en el punto superior de este cielo hay pequeñas llamas ordenadas; lìneas ascendentes,
radiantes, càlidas, que dan la sensaciòn de un fuego mesurado y armònico.

El cuarto cielo recibe el pequeño fuego equilibrado del quinto y sobre èl aparecen nuevamente nubes,pero en un claro orden que permite ver a intèrvalos regulares partes de un cielo azul lìmpido, diferenciàndose asì perfectamente lo concreto de lo abstracto. Cada nube es perfectamente igual a la otra, hay orden y coherencia.

En la parte superior de este cuarto cielo las nubes se convierten en vivos rayos de luz, de los que surge glorioso el sol naciente con sus tres cìrculos concèntricos que apenas si son evidentes. El tercer cielo està iluminado por los rayos màs altos del sol naciente y las nubes
son ahora muy pequeñas; lentamente se van disipando.

Hay una franja de luz sobre las nubecillas que recorre todo el tercer cielo, dentro de ella se fusionan rayos de potente y gran esplendor. Interpenetrando las zonas de este cielo estàn las
ruedas del tiempo girando sobre sì mismas; una a la inversa de la otra, entrelazàndose entre sì, pero siendo dos se las puede reconocer como una. Ya en el segundo cielo no hay nubes. Las ruedas del tiempo han quedado atràs, sòlo hay luz y rayos de luz que lo compenetran todo y en la parte superior de este cielo està otra vez el sol que viene desde el primer cielo,
atravesando el segundo, hacièndose màs evidentes los tres cìrculos concèntricos.
En el primer cielo mora este Sol radiante en toda su magnificencia, iluminando
sin herir con sus potentes y tiernos rayos que se hacen cada vez màs concèntricos.

En el cìrculo màs externo del Sol, hay una corriente ìgnea que dulcemente baña todo de luz. El segundo cìrculo gira en torno de sì mismo expandiendo luz hacia el tercero y el màs concèntrico, vierte sus llamas hacia adentro y hacia afuera sucesivamente, regenerando contìnuamente su amoroso calor y luz.

A lo lejos,la escena parece volver a repetirse infinitamente. Los cielos se hacen cada vez màs pequeños al ojo del iniciado; cada vez màs incomprensibles, perdièndose y resumièndose en un punto, allà a lo lejos, donde empieza la vieja estampa de la campiña alemana.
 

Violeta Paula Cappella de Aguerre .·.


 
   
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